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Las que voy a narrar son solamente unas pinceladas que bien envidiaría un Fernando Solanas que de tan prolijo se ha vuelto aburrido. Pero no importa. Si nos envuelve la nostalgia, siempre puede recurrirse al video y zamparse en las imágenes del Buñuel de El perro andaluz o Belle de jour o de un Peter Greenaway que ya pasó a la historia (El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante).
Para no hablar de las bondades de un Arturo Ripstein, a quien -lejos de Profundo carmesí o La mujer del puerto- ya nada le hace mella: ha guardado su prolija filmografía tras los premios recibidos y ahora se dedica a ser anfitrión de señoras presidenciables sudacas, mientras sigue recogiendo galardones por lo ya visto y hecho, allá lejos y hace tiempo…
Pero, si el séptimo arte no se hace presente, a no desesperar. La realidad nos proveerá la cuota de surrealismo necesaria para poner emoción a nuestras vidas. Y en estos tiempos preelectorales, mucho se ha visto y mucho ha de verse. Porque muchos piden y otros muchos dan.
Como la presión ejercida por los telefónicos de nuestro país, que ha dejado a tanta gente incomunicada y además con sabrosas anécdotas: un empleado de una de las compañías protestatarias quedóse sin linea telefónica. Al día siguiente, horrorizado, le dijo a sus compañeros de tareas: “A mí no, muchachos, que somos del mismo palo”…Juro por lo que más quiera que me lo contó el mismo interesado, patente, patente, mire vea, Doña…
Otra anécdota sobre la gente que lleva y trae sonidos y nos mantiene (in)comunicada: habiéndose hecho el reclamo pertinente, un usuario, sufrido, desgastado, vió llegar, tras varias semanas de pedidos incesantes, a dos fornidos trabajadores de una empresa tercerizada que iría a hacerse cargo de la reparación. Aparentemente la falla provenía del exterior. Al rato, curioso, fue a la terraza para ver qué estaba pasando. Vió a uno de los susodichos subido a un poste como a cien metros de distancia que le hacía señas y daba fuertes gritos para tratar de transmitirle algo a su compañero que nada podía captar. Ningún elemento comunicador habían portado para tal tarea…Por supu, todavía sigue esperando que el tono vuelva a su línea…
Pero el epítome del surrealismo en épocas preelectoralistas es el que viví personalmente el pasado 9 de julio. Usted lo recuerda: nevó –entre otros lugares- en Córdoba. Estaba yo como ahora sentada ante mi PC ( si sigue este blog recordará que mencioné la magia de ese día inolvidable), escribiendo, mientras observaba por la ventana el paisaje nevado del jardín…
De repente, un sonido familiar se hizo presente. Me incliné, curiosa, a fijarme por entre el lienzo de la cortina. Y sí, era lo que me suponía: en esa calle cubierta de nieve, con una temperatura polar, absolutamente desierta -eran las 10 de la mañana– en el día más feriado del año, ví pasar raudamente al camión de Cliba con sus esforzados muchachos recogiendo la basura...
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Para no hablar de las bondades de un Arturo Ripstein, a quien -lejos de Profundo carmesí o La mujer del puerto- ya nada le hace mella: ha guardado su prolija filmografía tras los premios recibidos y ahora se dedica a ser anfitrión de señoras presidenciables sudacas, mientras sigue recogiendo galardones por lo ya visto y hecho, allá lejos y hace tiempo…
Pero, si el séptimo arte no se hace presente, a no desesperar. La realidad nos proveerá la cuota de surrealismo necesaria para poner emoción a nuestras vidas. Y en estos tiempos preelectorales, mucho se ha visto y mucho ha de verse. Porque muchos piden y otros muchos dan.
Como la presión ejercida por los telefónicos de nuestro país, que ha dejado a tanta gente incomunicada y además con sabrosas anécdotas: un empleado de una de las compañías protestatarias quedóse sin linea telefónica. Al día siguiente, horrorizado, le dijo a sus compañeros de tareas: “A mí no, muchachos, que somos del mismo palo”…Juro por lo que más quiera que me lo contó el mismo interesado, patente, patente, mire vea, Doña…
Otra anécdota sobre la gente que lleva y trae sonidos y nos mantiene (in)comunicada: habiéndose hecho el reclamo pertinente, un usuario, sufrido, desgastado, vió llegar, tras varias semanas de pedidos incesantes, a dos fornidos trabajadores de una empresa tercerizada que iría a hacerse cargo de la reparación. Aparentemente la falla provenía del exterior. Al rato, curioso, fue a la terraza para ver qué estaba pasando. Vió a uno de los susodichos subido a un poste como a cien metros de distancia que le hacía señas y daba fuertes gritos para tratar de transmitirle algo a su compañero que nada podía captar. Ningún elemento comunicador habían portado para tal tarea…Por supu, todavía sigue esperando que el tono vuelva a su línea…
Pero el epítome del surrealismo en épocas preelectoralistas es el que viví personalmente el pasado 9 de julio. Usted lo recuerda: nevó –entre otros lugares- en Córdoba. Estaba yo como ahora sentada ante mi PC ( si sigue este blog recordará que mencioné la magia de ese día inolvidable), escribiendo, mientras observaba por la ventana el paisaje nevado del jardín…
De repente, un sonido familiar se hizo presente. Me incliné, curiosa, a fijarme por entre el lienzo de la cortina. Y sí, era lo que me suponía: en esa calle cubierta de nieve, con una temperatura polar, absolutamente desierta -eran las 10 de la mañana– en el día más feriado del año, ví pasar raudamente al camión de Cliba con sus esforzados muchachos recogiendo la basura...
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