sábado, 15 de mayo de 2010

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Los poderosos escriben la historia…
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Por J. L.
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Durante mucho tiempo –fíjese usted: desde la década del ’60– se ha venido hablando de la presidencia de John Fitzgerald Kennedy como ejemplar. Evidentemente a Jack le tocó vivir un momento afortunado de la economía y de la política de su país.

“El presidente más joven de la historia de los EEUU”, como se lo denominó en ese momento, vivió la gloria hasta aquel desafortunado 22 de noviembre de 1963 en que comenzó el duelo del pueblo norteamericano en particular y del resto de parte del mundo en general. Aquel magnicidio hizo temblar la Tierra y desde entonces pasó a ser un héroe y un mártir en suelo propio y ajeno.

Cuando su joven viuda se casó años más tarde, un sueño se derrumbó: ¿cómo osaba la reina sin corona casarse con un armador griego del que se decían las peores cosas?
Quien además, para colmo, había abandonado a la diva del canto lírico María Callas para concertar un casamiento de conveniencia con la viuda más famosa del mundo…
Todos apuntaban con dedo acusador a Jackie, quien estuvo algunos años a su lado, le sacó algunos buenos millones y al final de sus días, lo dejó solo.

Simultáneamente, comenzó a conocerse la relación que el ex presidente había mantenido con la también desafortunada Marilyn Monroe (amante de su hermano Bob, además, y de varios de los amigos del famoso Rat Pack encabezado por Frank Sinatra). Fue como que el público no se había repuesto de una sorpresa para ya internarse en la siguiente…

Personalmente he leído decenas de libros sobre la muerte de la actriz con toda una sarta interminable de suposiciones: suicidio, asesinato, etc, etc, etc. En general, historias que rozaban la prensa amarilla cuando no el escándalo. Al morir la rubia actriz, todos a su alrededor se irguieron como poseedores de la verdad revelada y cada uno tenía su versión. Por suerte, no me até a ninguna hipótesis, esperando que el tiempo asentara la polvareda y se despejara la incógnita.

De alguna manera, casi cincuenta años después, un librito de no más de 250 páginas parece echar un viso de verosimilitud al asunto. Pero va más allá: revela, de manera casi sorprendente y creíble, el porqué de los asesinatos de los dos hermanos Kennedy.

El libro en cuestión se titula “Marilyn y JFK” y pertenece a la pluma (y, sobre todo, a la investigación) de Francois Forestier, periodista y escritor francés, quien, con una vasta, seria y profusa bibliografía sobre ambos personajes, de manera clara y sencilla confirma lo que siempre fue un secreto a voces: la familia Kennedy tenía una estrecha y comprometida relación con la mafia que manejaba intereses en las grandes capitales de los EEUU, amén de controlar la Cuba sometida por Fidel Castro.
Sam Giancana, Santo Trafficante, Skinny D’Amato, Jimmy Hoffa eran algunos de los capomafia que tenían a los Kennedy agarrados de los pelos.
Además les seguía los pasos de cerca el implacable J. Edgar Hoover, “dueño” del FBI por más de cincuenta años, servil y obsecuente con el poder que odiaba a aquellos dos hermanos - a quienes hacía espiar por sus agentes - que lo trataban con arrogancia y que ocultaba a toda costa una homosexualidad que les servía de elemento de presión a Jack, Bob y antes a Joe, el patriarca de la familia, quien comenzara todos aquellos turbios manejos en las primeras décadas del siglo XX.
Algunas deudas pendientes; un par de idiotas útiles (llámense Oswald y Ruby); la supuesta conspiración de la URSS para sacarse al presidente demócrata de encima (la crisis desatada con Cuba en octubre de 1962 estaba muy fresca aún); algunas facturas a cobrar y el guiso ya estaba listo para ser servido.

A los hermanos Kennedy la sociedad wasp no le perdonó ser católicos y descendientes de irlandeses, por una parte. Por la otra, sus formas autoritarias y déspotas les granjearon muchos enemigos. Se llevaron el mundo por delante pero no fueron dos redentores víctimas de la incomprensión. Más bien, parece ser que debían saldar muchas cuentas y eso es lo que sucedió.
Interesante la teoría desarrollada por Forestier. Se aprecia como un rompecabezas cuyas piezas encajan perfectamente al final. Sobre todo, esclarecedora para quienes vivimos aquellos años.

Una última disquisición sobre el tema: al título “Los poderosos escriben la historia…” podría agregársele como corolario:
“… pero el tiempo pasa, y en la era de la información muchas verdades salen a relucir”
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