miércoles, 26 de enero de 2011

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Vanidad de vanidades…
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Por J. Lagos
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Es casi increíble lo que la vida a veces nos depara en cuanto a experiencia no como actores, sino simplemente como espectadores ¿Por qué digo esto?
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Hace muchísimos años (muchisííííísimos, diría el Chavo) las jovencitas de esta parte de Occidente asistimos, casi azoradas, a uno de los tantos casos de destinos de “cuento de hadas” que los ricos y poderosos suelen vivir con frecuencia. Pero claro, un mismo hecho, protagonizado en 1959, no se veía con la dimensión que una circunstancia parecida podría llegar a tener en este 2011.Entonces, el mundo entero abría la boca ante las desmesuras
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Vamos a los hechos. En una antigua y remota nación – alguna vez conocida como Persia – vivía una pareja de emperadores, hermosos y jóvenes los dos. A él se lo conocía como el Sha Reza Pahlevi, un morocho apuesto y gallardo; a ella, bellísima, con ojos color de esmeralda, se la conocía como la Emperatriz Soraya. Pero el Destino - que suele meter la cola, igual que el Diablo – no les dio descendencia. Y en ese país machista de corte de opereta en el que vivía la familia real con un entorno de lujo sin precedentes (mientras el pueblo, literalmente, se moría de hambre) el emperador se vio obligado a repudiar a su bella esposa; exiliarla en París y conseguirse una jovencita que le asegurara la descendencia…Un misterio, si se piensa bien: ¿habrá habido alguna prueba previa…? Pero, sigamos.
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A la muchacha en cuestión la ubicaron en una antigua familia persa. Evidentemente el Sha ya le había echado el ojo…Se casaron, dejaron atrás el pasado, en apariencia fueron felices y tuvieron cuatro hijos. El mayor, varón, heredero al trono. El tal Sha, habiendo tenido una hija con su primerísima esposa – a quien también dejó atrás – se
sintió más que satisfecho con el primogénito que le regalaba su tercera consorte. Pero… todo tiene un precio ¿no? Los años pasaron y tras los opulentos y casi increíbles festejos para celebrar los 2.500 años del imperio persa (que reunió a la crème de la crème de los poderosos del mundo) este emperador, autoproclamado sucesor de Ciro el Grande, que había seguido con la política de modernización de su país iniciada por su padre – también usurpador del trono - cayó en desgracia: el pueblo se hartó, llegaron los ayatoláes y tras ello, el exilio. Dorado, eso sí. Que osciló en un permanente deambular por varios países mientras la ex emperatriz mantenía incólume su bien ganado título de una de las mujeres mejor vestidas del mundo.
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El Sha murió de cáncer en 1980. Su viuda, Farah Diba, aún joven y hermosa lo lloró con convicción y siguió viviendo en su torre de marfil, mientras criaba a sus hijos al estilo occidental. En 2001 la hija menor sucumbía en París ante un combo de barbitúricos. Semanas atrás, nos llegó desde Boston la noticia del suicidio del menor de los dos varones. Se dijo que ninguno pudo superar el dolor del exilio y las humillaciones sufridas.
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Ante tanto boato y esplendor frente a un pueblo hambreado; ante tanto despliegue increíble de una corte de pacotilla; ante la miseria de tanto imbécil que se la cree; ante la imagen de esa mujer doblada por el dolor que creyó tener el mundo en sus brazos, nos vuelve a la memoria la frase sabia y añeja del Eclesiastés.
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domingo, 16 de enero de 2011

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No habrá ninguno igual, no habrá ninguno…
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Por J.L.
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Comienza el período de tardes largas y tórridas; el cuerpo se afloja un tanto y yo,
que he abandonado esta página desde hace varios meses – lo que denota lo ocupada que he estado en otros menesteres – siento la necesidad de “ponerme al día” (cosa que nunca conseguiré, pues sería cuestión de recuperar el tiempo que se ha dejado pasar, algo imposible) y de expresar una de las tantas conclusiones a las que uno llega después de un día trajinado. Traté de seducirlo periodísticamente a Jorge Piva, mi coequiper en este blog, pero evidentemente mis cantos de sirena ya tienen los anzuelos un poco desgastados… No se dio por aludido el hombre. Entonces me decidí. Varios temas han estado flotando delante de mis ojos, todos haciéndome señas con la mano para ser los primeros en ser tenidos en cuenta. Que la política; que los políticos; que las decisiones que se toman – y las que no se toman; que el verano; que las vacaciones; que el año electoral; que los candidatos…En fin, lista larga e imposible de satisfacer. Por lo tanto he decidido re-comenzar por lo que mejor se me da que es hablar de arte, de espectáculo. De cine, en definitiva.
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Vamos a un estreno de estos días. (No de lo mejorcito, por cierto, pero la cartelera está tan pobre. Es lo que hay).
La película en cuestión se lanza con el nombre de “Noches de encanto”, que demuestra una vez más que quienes son los encargados de titularlas no son precisamente gente muy avisada ni avezada ni avispada para hacerlo. (Le hubieran dejado el original en inglés: “Burlesque”, pero es como pedirle peras al olmo).
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Sigamos. Este filme es, en realidad, un pretexto pergeñado para lanzarla a Christina Aguilera como actriz y para cimentar su espléndida carrera como show-woman. Cosa ésta que la muchacha hace a las mil maravillas: voz poderosa, de buena modulación, temas propios y una excelente bailarina, por otra parte.
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“Burlesque” es el nombre del lugar nocturno de Los Angeles adonde llega esta suerte de Cenicienta buscando el éxito y la fama. Una historia vieja y vulgar que el cine ha reiterado una y otra vez. Hasta aquí ninguna objeción, ya que las actuaciones – la de la propia Aguilera y la de la resucitada Cher, más algunas otras – son discretas. Además el filme cuenta con una muy buena fotografía, con su cuota de filtros, que es como hacerle el photoshopping a una película. Música agradable, hermosas muchachas, estupenda puesta en escena sobre el minúsculo escenario del cabaret en cuestión.
Pero lo que sí me hizo sentir desasosegada fue darme cuenta, una vez más, que no hay nada nuevo bajo el sol… Y en este caso la copia barata y la falta de creatividad me angustian y molestan.
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Hace pocos años, Rob Marshall llevó el cine una versión remixada de “Chicago” el musical que Bob Fosse había hecho legendario sobre los escenarios. Pero en vez de hacer una versión propia – como sí hiciera Sam Mendes en Broadway con el “Cabaret” que Fosse inmortalizara en teatro y cine – se lanzó a una mélange desleída que no era ni chicha ni limonada. Pero al menos admitió que estaba “inspirado” en Fosse.
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Ahora los años han pasado y, como las nuevas generaciones no tienen idea de quién fue ese señor, se intenta copiarlo sin más. Nada de homenajes ni “en memoria de…” Solamente una burda copia, descarada y patética de algunos números musicales que Fosse dejara para la posteridad en “Sweet Charity”,“Cabaret”, “All that jazz” y en la coreografía diseñada para el inefable Michael Jackson (De paso ¿recuerda la escena de la Serpiente en “El Principito”, interpretada por el propio Fosse?).
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Para colmo – y como un remate triste – el genial Alan Cumming (Titus) – que hiciera de Emcee en la versión de Mendes - aquí interpreta a un recepcionista que nada dice en todo el filme. ¿Qué se intentó hacer? ¿Un homenaje? ¿A quién?
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Salí del cine con desazón. Ya el séptimo arte no es lo que era. La industria y la picadora de carne lo están desdibujando. Y no piense que yo creo que “todo tiempo pasado fue…” y que ese preconcepto me lleva a desvariar. Usted y yo sabemos que el poderoso caballero es implacable. Para qué nos vamos a engañar.
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