domingo, 23 de septiembre de 2007

Chau, Bip...

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Debe haber sido en la década del 60. El Teatro del Libertador -en esa época Teatro Rivera Indarte– vivía una noche de gloria…Llegaba a nuestro primer coliseo (y lo digo así, como si fuera un cliché) un hombrecillo que traía la Magia en sus manos. Yo estaba con mi madre –profesora de francés y amante de todo lo galo– y ella me había asegurado que íbamos a conocer a un grande.

Y así fue…Porque venía precedido de gloria y prestigio. Prestigio y gloria que revalidó al pisar el escenario… Nunca olvidaré la impresión que me causó; el mundo maravilloso de situaciones y objetos que puso a mis pies con el único recurso de su delicado accionar de cuerpo, manos, rostro enharinado, pies alados y poesía…

El lo dijo: habiendo conocido el horror del nazismo –su padre murió en Auschwitz– prefirió manifestarle al mundo su universo sin palabras… Y la ternura que le inspiraba el ser humano –a pesar de todo o, quizá, a raíz de todo– la canalizó a través de su gesto de mimo genial, el más grande, el de mayor vuelo lírico…

Volvió a Argentina, a Córdoba, en numerosas oportunidades. La última vez fue hace dos (o tres) años. Dio un a conferencia de prensa, conversó con los periodistas, accedió a sacarse fotos. Se lo notaba muy frágil, muy anciano, pero…cuántas ganas de vivir…!
A la noche actuó en el Orfeo. El público siempre renovado, el de las nuevas generaciones, deliró con él. En ese inmenso escenario se lo veía muy pequeño…Pero su magia estaba allí. Una vez más su eterno Bip desplegaba un universo repleto de seres y situaciones… Un pequeño hombrecito solo con el mundo.

Hoy – oh, esas casualidades! – revisé esa joyita del cine de entretenimiento de los últimos tiempos titulada “Lo que el agua se llevó”. Allí un personaje animado encarna a un Bip de antología…En ese momento, mientras yo miraba esa imagen, alguien de mi familia se acercó y me dijo: “ Murió Marcel Marceau…”

Chau, Bip…

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miércoles, 5 de septiembre de 2007

No tiréis margaritas a...

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Tener a Paloma Herrera en Córdoba es un lujo de inusual categoría, dado que hace muchos años que no viene y considerando que ahora, a sus treinta y pico está en la cumbre de una carrera de excepción. Desde hace bastante entidades e instituciones calificadas de los centros más relevantes del mundo insisten en nombrarla como la bailarina más importante que haya dado el ballet clásico en el s xx. Y al verla sólo cabe ratificar ese concepto: Paloma Herrera es perfecta en lo suyo.
Por momentos es tanto lo que brinda, que el espectador azorado, maravillado, piensa: hasta cuándo? Hasta cuándo los giros interminables, firmes, osados; hasta cuándo los pasos ininterrumpidos en punta (sin demostrar la menor vacilación); hasta cuándo va a seguir ese cuerpo delicado – de porcelana – aparentando una levedad, una ingravidez que sabemos que, en la práctica, en la realidad, no existe? Por momentos,se teme el colapso. Que por cierto, no llega.
Mucho esfuerzo hay detrás de tanta maravilla. Mucha dedicación y talento. Un artista de tal categoría merece lo mejor. Y no se crea que lo mejor es solamente un ámbito escénico apropiado. También merece un público que
lo valore, que lo mime, que lo siga arrobado, que lo ovacione y que -tal como se acostumbraba antaño- caiga rendido a sus pies (por supuesto que esto último lo digo en sentido figurado).

Pero…(malditos peros que arruinan todas las buenas intenciones…), el público que no llenó el Orfeo el viernes pasado a la noche no fue el mejor para una artista de tal nivel. Tardanzas –se había indicado expresamente que el espectáculo comenzaría a las 21 hs y veinte minutos después todavía seguía entrando gente en tropel, buscando sus lugares con acomodadoras munidas de linternas– charlas, exclamaciones, torpezas varias que no caben en un espectáculo de ese nivel. Alguno que otro celular sonando inapropiadamente. Y flashes …absolutamente prohibidos,por supuesto.

Tengo que mencionar que la mayoría de las féminas (escoltdas por caballeros o no) que van a ese ámbito en este tipo de espectáculos ( más apropiado para Disney on Ice o recitales con Fito Páez, etcétera), se destacan por usar blondas y largas cabelleras, jeans ajustadísimos, botas de altos tacos y un aire extraño y familiar en sus rostros que recuerdan a aquellos de Maitena). Afuera esperan las 4 x4 y luego la cena en algunos de los restoranes de Industria Nacional.

Yo, sufrida espectadora, que había ido dispuesta a dejarme llevar al Edén en los brazos del Arte, soporté hasta el final tantos despropósitos pues sabía que era una oportunidad única. Mientras tanto, dos señoras paquetas, cincuentonas, sentadas detrás de mí hablaron antes y durante la función de todo lo imaginable: refacciones en sus residencias, servicio doméstico, últimos viajes al exterior, etcétera. Por fin una de ellas contó que había ido dos noches antes a escuchar el recital dado por Marcelo Alvarez en ese mismo ámbito. Habíase entusiasmado tanto con las arias operísticas que se juró a sí misma que nunca más se perdería un recital parecido, ella que “ nunca había escuchado ópera” (sic).

De allí el tema pasó al ballet; divagaron ante los próximos pasos de Julito Bocca, prometiéndose asistir al último espectáculo que dará en diciembre (suponen ellas que, of course, será en el Colón) sin recordar las simpáticas admiradoras que estará cerrado por refacciones hasta el próximo año… Además hace mucho que Bocca no pisa ese escenario, aunque parecería que en estos días ha cambiado de opinión (pero ese es otro cantar…o bailar…)

Finalmente el broche de oro a tanto desvarío lo puso una de ellas, cuando luego de hablar de la presencia de Eleonora Cassano en Córdoba hace poco tiempo, dijo que debido a que se le habían superpuesto días y horarios, no había podido asistir al espectáculo de Iñaki Usandizaga(¡)

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