domingo, 7 de septiembre de 2008

Hostias!

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Vaya! Qué bien que lo dice el tío! Su gracejo y su verba son tan sonoras que es como tenerlo al lado hablándole a nuestro oído, mientras con estupor, casi, comprobamos que las mismas habas se cuecen en todas partes…! Pero vayamos por partes.


El pasado sábado 30 de agosto ADNcultura –suplemento dedicado a las artes y al pensamiento del diario La Nación- cumplió un año de gloriosa vida. El número aniversario reunió a un grupo de los mayores autores argentinos y extranjeros que contribuyeron con un texto cada uno. Entre ellos estuvo el ya nombrado en estas páginas (véase: Ay, Arturo!- 26 / 5/ 08) don Arturo Pérez-Reverte. Una de las plumas españolas más fecundas y bestselleristas de los últimos años. En la tal nota, titulada Putimadrid la Nuit, el cartagenero trata el tema de la vida nocturna en pleno centro de la capital española, donde la oferta venal es, evidentemente, multiforme y abigarrada.


Refiriéndose al tema, entre otras, dice Don Arturo: “En Madrid quien desee irse de putas las encuentra con facilidad en el centro mismo, a cualquier hora.[…] Y la verdad, queda feo. Cada cosa es cada cosa”. Tras hacer un recorrido por los lugares de origen de las señoras en cuestión, sigue diciendo el papá de Alatriste:


“No tengo nada contra las lumis, ojo. Alguien tiene que parir a ciertos políticos de los que mojan en nuestras diecisiete salsas y nos animan el telediario. Lo que pasa es que, a veces, la situación puede ser incómoda. La otra noche paseaba, después de cenar, con unos amigos guiris camino de su hotel en la Gran Vía. Y subiendo de la puerta del Sol junto a los cines de la calle principal del centro de Madrid, entre la basura y suciedad acumulada por todas partes, pasamos revista a un variopinto surtido puteril -todo de importación- comparado con el cual, aquellas busconas nacionales de antaño, tan arregladas ellas, con su bolso y su cigarrillo en los labios fríos como la Lirio, apoyadas en el quicio de la mancebía, parecían condesas de Romanones, o por ahí. Las señoras que venían en el grupo de mis amigos, que al principio miraban el paisaje entre curiosas y sorprendidas, terminaron por acojonarse, sobre todo a causa del ganado masculino que circulaba cerca, incluidos los fulanos que se empeñaban en darnos a todos tarjetitas sobre pornotiendas y puticlubs ad hoc situados, supongo, en las cercanías.
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El caso es que, a medio paseo, una de las guiris, Sylvie, que es gabacha, me preguntó: "¿Siempre es esto así, tan elegante?". Y no tuve más remedio que confirmarle que sí, y que no sólo de noche. Que también de día, la vieja prostitución antes limitada a la cercana calle de la Ballesta hace tiempo desbordó los límites para desparramarse por las cercanías de la puerta del Sol, sin que el Ayuntamiento pueda o quiera impedirlo, aunque a los vecinos y comerciantes se los llevan los diablos. "¿Y no hay normas que regulen esto?", preguntó Sylvie, toda ingenua. Entonces tuve que emplear unos diez minutos de paseo -a razón de una puta presente cada quince segundos- para explicarle que esto es España, niña. La democracia más avanzada y puntera de Europa. ¿Lo captas? El pasmo del mundo y de Triana, o sea. ¿Nunca oíste hablar de la Alianza de Putilizaciones? Cualquiera que estorbe a una extranjera, por ejemplo, el libre ejercicio de su chichi en donde les apetezca a ella y a su chulo es un xenófobo y un fascista. Es algo parecido -añadí- a lo de aquel mendigo español que antes tuvimos que esquivar porque estaba tirado en el suelo, cortándonos el paso en la acera. Si un guardia le pide que circule, la gente increpará al guardia, y con razón, por abuso de autoridad. Y lo mismo hasta le dan de hostias. Al guardia.
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Después de escuchar aquello, Sylvie no volvió a abrir la boca. Yo adivinaba sus pensamientos: una ciudad donde nadie puede controlar el lugar donde cualquiera campa por sus respetos es una auténtica mierda; pero cada cual tiene las ciudades que se merece. Advertí que eso era lo que estaba pensando. Aunque, por suerte, no lo dijo. Sylvie es una chica educada. Me habría puesto en un compromiso.”


Hasta aquí, parte de esta desopilante narración, que no he dudado en reproducir casi en su totalidad. Tanto me ha divertido su lectura mientras me despanzurro de la risa. El escritor se está refiriendo a la capital – y a la gente que la habita - de unos de los países del Primer Mundo que más se precian de serlo. En verdad, y pensándolo bien, no somos tan diferentes los de aquí a los de allá. En tanto, silbando bajito, me digo : Casas más, casas menos, igualito a…

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