domingo, 29 de junio de 2008

Caminos de hierro

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Qué interesante es saber lo que ocurre en otros lugares del mundo, para, de alguna manera, tener un abanico de referencias a la hora de opinar, de meditar; de coincidir o no…
Esto me viene a cuento por algo que vengo comprobando en los últimos tiempos y, si se quiere, a través de Internet.


Certámenes literarios de narración y poesía; concursos de fotografías; de corto o mediometrajes; de guiones cinematográficos; encuentros; foros, etcétera. En fin, lo más variado que imaginar se pueda alrededor de un único tema, preponderante: el ferrocarril. Sí, sobre los trenes… pero no en nuestro país, por cierto. Sino en España, un lugar donde, es evidente que, pese al avance y al desarrollo, las cosas no se confunden.


Oh, los trenes! Los maravillosos mundos que hemos vivido los chicos y grandes de otras épocas gracias a la existencia de este genial desarrollo del hombre! Recuerdo que allá por la década del ’50 para ir y venir de o hacia Rosario o Buenos Aires, lo hacíamos por tren.
Salíamos de Retiro al atardecer pues la mayor parte de la travesía se hacía de noche para poder descansar en los camarotes. Cuánto remilgo! Cuánta magia! Vestirse de etiqueta para ir a cenar al coche-comedor. Room service para los rezagados o los que por diversas razones no podían llegarse hasta allá. Luego, dormir mecidos por el traqueteo. A la altura de Rosario, siempre me pasaba lo mismo y no escarmentaba: por un cambio de máquina, parecía como si en vez de avanzar, el convoy retrocedía. Pero claro, no podía despertar a los otros miembros de la familia que ya estaban descansando…la zozobra debía sufrirla solita, sin decir ni pío.


Pasar por Villa María a la hora del desayuno (otra ceremonia). Y después de toda ese trayecto que aparentaba ser interminable, la llegada a la estación de Córdoba! Mi padre esperándonos en el andén, seguro. Todo esta mise en scène era idéntica si el viaje se hacía en el sentido contrario…


Magia y desarrollo de otros tiempos que nada ha podido suplir en esta Argentina desvencijada y empobrecida. Y en la que nos quieren vender gato por liebre…Mientras en otros países (sí, ya sé, del Primer Mundo ellos y por qué nosotros no?) se destaca el uso de los caballos de hierro y de la prosperidad y confort que ello significa, aquí nos quieren hacer creer que con el “tren bala” vamos a cicatrizar viejas heridas. Ya lo dice el perspicaz Mario Bunge, físico y filósofo argentino que vive desde hace cuarenta años en Canadá, cuando se lo consulta sobre este disparate: ¿Porqué no adoptar un plan mucho más barato y más útil: restaurar las vías férreas que fueron desmontadas por el gobierno de Menem?


Sí. ¿Por qué no?
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