domingo, 24 de junio de 2007

Que viva la pepa, carajo!

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El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, en un arranque de honestidad dice acerca de la seriedad con que ha de encararse un texto de ensayos sobre lo que sea - en este caso refiriéndose a su último trabajo Entre el Amor y la Soledad ( Ed. Sudamericana- mayo 2007): “Es cierto que la prosa en que están escritos estos ensayos trata de ser todo lo ágil y sugerente posible, pero al mismo tiempo trata de no alejarse nunca del rigor que debe tener un texto del pensamiento” Honesto, repito, el hombre, como los de antes si uno lo piensa bien…

En la sección Cultura del diario La Nación del 20 de mayo 2007 la filósofa francesa Elizabeth Bardinter, refiriéndose a los filósofos de esa nacionalidad del Siglo de las Luces opina que “ entre 1730 y 1778 comienza a delinearse la personalidad del intelectual contemporáneo, aquel que tiene una competencia particular en un terreno específico y a quien se le pide su opinión para ilustrar a la opinión pública (…) Los medios de comunicación han matado la noción de intelectual y a su vez el intelectual se ha dejado matar con deleite. Porque simplemente no (se) resiste al reconocimiento público. Esto lo lleva dar su opinión sobre cuestiones que no conoce (…) De tanto decir cualquier cosa termina por decir tonterías”

El periodista Pablo Sirvén, culto y criterioso, que editorializa sobre las actividades en el arte y el espectáculo, en su nota del domingo 3 de junio del diario La Nación, refiriéndose a la chabacanería imperante en la TV y ante las medidas que nadie toma, dice: “El problema crucial que enfrentamos ahora es que los funcionarios progre no saben, no pueden ni quieren distinguir las abismales diferencias que existen entre “censurar” y “regular”.Como están convencidos de que se trata de una misma cosa de naturaleza autoritaria - ergo, de la derecha - se cruzan de brazos y mantienen el statu quo. Mientras tanto todo empeora…”
Es como que Sirvén se va acercando al quid de la cuestión…

El psicoanalista francés Pierre Bayard en su ensayo Cómo Hablar de Libros que No Hemos Leído Jamás “ no le da la menor importancia al hecho de no haber leído un libro. Cree que igual se puede hablar de él y dar una opinión, ya que hay formas indirectas de conocerlo”…

Por otra parte acabo de leer el último trabajo del filósofo rumano-argentino Tomás Abraham: El Presente Absoluto, (Edit. Sudamericana - marzo 2007, recopilación de ensayos publicados en distintos medios durante los últimos cinco años) y refiriéndose a “la opinión y la contraopinión”, vale la pena que usted se detenga desde la pág 24 hasta la 30 y se haga un festín…

En fin, ya va siendo hora de que me defina. Soy periodista, soy superada, también opino y por lo tanto me pregunto: para qué informarse sobre los temas a tratar y acudir a especialistas? Para qué estudiar, ir a la universidad, leer, pensar…? Vamos amigo/a, haga como hacían en Fahrenheit 451: queme los libros! Y no sólo eso: dedíquese a ver Gran Hermano o Showmatch a pata ancha! A la vida hay que vivirla! Que viva la pepa,carajo!
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