domingo, 4 de marzo de 2007

Estoy enamorada de este libro

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En realidad este título surgió como una necesidad de concretar un impulso. Bien debí haber dicho: estoy enamorada de este autor, de su pensamiento, de su claridad, de su lucidez y de tantas otras cualidades que suenan a perogrullada. Porque el libro se llama Conversaciones con Kafka y su autor es Gustav Janouch, discípulo eslovaco, amigo del escritor quien a lo largo de cuatro años (hasta la muerte de aquel - 1924) recogió sus pensamientos durante charlas puntuales que iba registrando minuciosamente en su diario. Esta es la primera edición en español de un texto que se dio a conocer en 1951.

Recorriendo y releyendo estas más de 200 páginas (Editorial Destino- Barcelona -2006) vuelvo a sorprenderme frente a la lucidez demostrada por Kafka al analizar la condición humana y al vislumbrar con agudeza lo que se palpaba en el pensamiento colectivo en los años posteriores a la Gran Guerra (1914 -1918). El advenimiento del nacionalsocialismo; la gradual pérdida de los valores tradicionales; la aparición de un consumismo desenfrenado luego de la Revolución Industrial que adivinó devastador; las guerras religiosas; la desesperada búsqueda de una contención que intuyó sería en lo meramente superficial, etcétera.

Conversaciones con Kafka nada tiene que ver con la ficción recorrida por el autor checo en La Metamorfosis o El Castillo -por citar dos de sus trabajos más conocidos- sino que este moralista, testigo tierno pero impiadoso, se explayó a sus anchas con ese entonces joven discípulo quien, admirado, recogió con fervor sus pensamientos.

A través de estas charlas se reconoce a un hombre torturado, introvertido, ensimismado en sí mismo y en el mundo del pensamiento, absorto en sus sentimientos. Mas al mismo tiempo se reconoce a la criatura alerta, perspicaz, capaz de intuir con la mayor certeza el pensar y el sentir de sus semejantes.

Quiero compartir con ustedes algunos párrafos de estos pensamientos de un alma esclarecida, compleja e intransigente, propios de una inteligencia excepcional.

De la vanidad y la vida artificiosa, decadente: “Nuestra codicia y vanidad son sobrehumanas, la razón de nuestra voluntad de poder. Luchamos por valores que en realidad no son tales, mientras destruímos descuidadamente ciertas cosas a las que está ligada nuestra existencia humana. Esta confusión nos lanza al estiércol y nos aniquila”. "Somos perturbadores del orden y de la paz. Ese es nuestro pecado original. Nos situamos por encima de la naturaleza. No nos basta con morir y renacer en cuanto integrantes de una especie. Cada uno de nosotros quiere conservar la vida con felicidad y durante el mayor tiempo posible. Y esta rebelión nos hace perder el derecho a la vida”

Del Mal: "Vivimos en una época tan poseída por los demonios que pronto sólo podremos realizar la bondad y la justicia en la más profunda clandestinidad, como si con ello estuviéramos violando la ley. La guerra y las revoluciones crecen a medida que se enfrían nuestros sentimientos”.
…"En cuanto a la aniquilación definitiva del mal, no se puede contar con ello. Es un sueño delirante que no logra su debilitación. Al contrario: lo acelera y refuerza su efecto ya que pasa por alto su verdadera existencia y rodea la realidad de mentiras para convertirla en un concepto personal impregnado de engañosos deseos personales…”

Del compromiso con los demás: "La vieja patria se renueva una y otra vez si la vivimos de forma consciente, es decir, con la conciencia despierta respecto a las obligaciones y deberes que tenemos para con los demás. En realidad el hombre sólo puede alcanzar la libertad de este modo, a través de sus obligaciones. ESO ES LO MAS GRANDE EN LA VIDA”

Alguien, alguna vez (sobre todo entre quienes lo conocieron en su vida cotidiana) opinó que Kafka era un hombre santo. Leyendo estas páginas no me extraña esa impresión.

Jorgelina Lagos
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