jueves, 1 de febrero de 2007

Recordar o no querer recordar? Esa es la cuestión.

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Filme bello si los hay, La Vida Secreta de las Palabras, de la catalana Isabel Coixet, habla de un amor surgido entre dos seres desvalidos al amparo de circunstancias límite. Casi en el desenlace, debido al horror vivido por uno de ellos durante la guerra de los Balcanes, se plantean varias cuestiones alrededor de un mismo tema: la memoria.
Tiene sentido recordar el horror? Se elude el recuerdo para no escarbar en las heridas? Se avergüenzan los sobrevivientes de estar vivos?
Quién se acuerda del genocidio armenio, a menos que sean los propios interesados ( o sus descendientes)? Y del genocidio en Ruanda, las masacres japonesas en la Manchuria china en 1937 y los millones de víctimas del estalinismo?
Distinto es el caso, probablemente único, del exterminio nazi (en realidad la judía es una de las contadas comunidades que bien se ocupa de recordar aquellas atrocidades que hoy algunos niegan). O de lo que sucede en Africa toda, en Corea del Norte y la lista continúa...
El cine, la literatura, la música, el arte, en fin, dan sus respuestas. Poco satisfactorias, por cierto. Si algún atisbo de optimismo se vislumbra es más una expresión de deseo que una certeza.
Tengo algunos pocos ejemplos de los últimos tiempos, claros y contundentes. Veamos.
En la película Caminando Sobre el Agua (dir: Eitan Fox –Israel, 2004) un joven agente del Mossad, tras ultimar a un terrorista palestino y vivir una trágica situación personal, se resiste a obedecer cuando un jefe máximo le ordena encontrar a un ex jerarca nazi, octogenario que ha vivido (cuándo no) en Argentina, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y a quien debe eliminar. El agente judío muestra su ¿desdén? por esa parte de la historia que él no vivió, que considera asunto pasado y pisado y casi con olor a vejez. Como espectadora me sentí un tanto consternada y sorprendida.
En Dilemas de la Memoria (Edit. Norma, 2006), un emotivo ensayo que deja un gusto amargo y triste a la vez, el polaco Jack Fuchs (sobreviviente de Auschwitz), se cuestiona, él, que vivió el horror, en qué medida se justifica rememorar cada 8 de mayo el día de la capitulación alemana. En la pág.107 dice textualmente: "...me pregunto si no estaré solo en esta empresa... Por otra parte no confío para nada en ese simplismo de la política memoriosa. Sé que las buenas intenciones son precarias para evitar que las cosas se repitan. La memoria no limita la violencia. ¿Entonces para que recordar?”
En su tema La Memoria, el cantautor León Gieco plantea:"...la memoria despierta para herir a los pueblos dormidos que no la dejan volar libre como el viento..." En mi reciente espectáculo (permítaseme lo autoreferencial) tras hacer una enumeración de algunos de los horrores que desde siempre afligen a la humanidad y de agregar algunas estrofas del citado tema, pregunto al público (y me pregunto): “Maravilloso León, maravilloso...¿Pero servirá de algo?”
El pasado 23 de enero el mundo entero conmemoró los 62 años del descubrimiento de Auschwitz por los aliados en 1945. Con toda mi alma deseo que la respuesta a aquella pregunta sea afirmativa.
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