viernes, 22 de agosto de 2008

Cuando el diablo mete la cola...

.
.
Por supuesto, los que hemos visto el último filme de Woody Allen presentado entre nosotros (El Sueño de Casandra) y ahora asistimos al estreno de Antes que el Diablo Sepa que has Muerto de Sydney Lumet, nos preguntamos quién se inspiró en quién, tan similares son sus tramas. Pero admitamos que no hay nada nuevo bajo el sol y que todo trabajo artístico es, en definitiva, una variación sobre un tema que ya antes ha sido tratado. O no?


Pero no nos detengamos en minucias. Siempre he dicho que no interesa el qué sino el cómo.
Y esto es lo que en definitiva lleva al filme de Lumet un poco más lejos que el de Allen.
Mientras Casandra… destapa –verborrágicamente, por otra parte, como le gusta al sicoanalizado Allen– y revuelve los conflictos de los dos burgueses protagonistas ante tamaña salida a sus angustias (matar a alguien por encargo para cobrar un dinero), el filme de Lumet refleja impiadosamente los motivos por los cuales los protagonistas de su película, llegan a su trabajo (que, hay que dejarlo claro, en ningún momento considera la posibilidad de cometer un crimen) ¿Por qué? Bueno, para saberlo hay que ver la película…


Ambas situaciones se desencadenan ante la frustración de los personajes por carecer del dinero necesario para hacer frente a sus gastos (y a sus gustos); gastos provocados por el consumismo despiadado que se vive a nivel mundial y por la alteración de los valores ahora existentes. Pero Casandra… no muestra en demasía el conflicto social (cosa que a Allen nunca le interesó mayormente). Por el contrario, el filme de Lumet, con una cuantas sugerencias y sin tanta verba, destapa el destino trágico de seres inmersos en grandes ciudades intentando tener para poder ser.


Es patético observar cómo el rotundo y decidido Andy (un soberbio P.S. Hoffman) intenta alcanzar el bienestar económico para “comprar” un poco de felicidad junto a la mujer que ama. Pero ese desenfrenada carrera hacia el éxito tiene un doloroso precio: Andy necesita sesiones semanales de drogas duras que le provee un siniestro personaje… Mientras tanto, está estafando a la empresa que lo tiene contratado. Sus maniobras tienen los minutos contados: está en un callejón sin salida. Supone que le queda un último recurso.


Simultáneamente Hank, el hermano menor, está separado y se las rebusca como puede; su ex mujer lo presiona con las cuotas alimentarias; su hija lo desprecia cuando no puede pagarle el viaje a Manhattan para asistir a una representación de El Rey León junto al grupo escolar. Y además, está perdidamente enamorado de la mujer de Andy a la que intenta conquistar… A estas alturas, la tragedia está servida.


Dos grandes producciones cinematográficas. Con el agregado de que, al tema de la culpa personal -ya tratado por W A en otros filmes (Crímenes y pecados, Matchpoint)– se agrega el de los motivos que llevan al hombre ¿de estos tiempos? a codiciar lo que no tiene. Lumet, viejo constructor de grandes filmes con mensaje social: El Precio del Poder; Sérpico; Tarde de Perros; Poder que Mata, etcétera, lo entiende muy bien.
.
.