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Se llama Arturo Pérez-Reverte. Me cae súper simpático. Porque es un señor (creo); porque escribe muy bien – su prosa nos da la sensación de tenerlo al lado, casi, casi, como si estuviese hablando con uno. Además, aprobó la elección de Viggo Mortensen para protagonizar la fallida versión de El Capitán Alatriste (de ese fracaso él no es responsable). Y porque semanalmente, desde algún periódico o semanario, nos hace retorcer de gusto con su perspicacia y buen decir…
En fin, que el tío me cae muy bien. Pero no siempre. Pues en la penúltima edición de adnCULTURA La Nación se manda un trabuque que ni les cuento. O ya lo advirtieron? La nota se titula: “Lo que sé sobre toros y toreros” y está firmada por el susodicho. Sucede que en realidad ésta es una respuesta a una factura que alguien le pasó pues parece que el escritor anduvo por Sevilla “metido entre pregones y otros fastos taurinos” hace cosa de poco tiempo y entusiasmado el hombre con tales sucesos, aparentemente se manifestó a favor del asunto. Bueno, un entusiasmo pasajero cualquiera lo puede tener. Pero también parece que en más de una ocasión Don Arturo se ha manifestado en contra de las corridas y matanzas de toros.
Entonces, confundido y queriendo quedar bien con Dios y con el diablo se manda una parrafada muy bien escrita…pero que la embarra, la embarra…!
Habla de cuando siendo niño iba de la mano de su abuelo a ver los lances taurinos; del coraje de toreros y de las bravuras de esos pobres bichos. De que los toros no nacen para morir en las fiestas populares donde “un animal indefenso es torturado por la chusma que se ceba en él” (¿qué diferencia habrá con un torero que lo azuza hasta morir?); que “los toros no nacen para morir así”(!). Que “nacen para morir matando, si pueden; no para verse atormentados, acuchillados por una turba de borrachos impunes”( ¿qué hacen los toreros, aunque estén sobrios?). Bla, bla, bla…
Sigue la cosa en ese tono, con una prosa exquisita, es cierto. Pero tan confundido con sus contradicciones que Don Arturo no acierta una. Menos mal que por allí larga un “por éso es necesario que mueran toreros de vez en cuando”. Así nos quedamos más tranquilos.
Se llama Arturo Pérez-Reverte. Me cae súper simpático. Porque es un señor (creo); porque escribe muy bien – su prosa nos da la sensación de tenerlo al lado, casi, casi, como si estuviese hablando con uno. Además, aprobó la elección de Viggo Mortensen para protagonizar la fallida versión de El Capitán Alatriste (de ese fracaso él no es responsable). Y porque semanalmente, desde algún periódico o semanario, nos hace retorcer de gusto con su perspicacia y buen decir…
En fin, que el tío me cae muy bien. Pero no siempre. Pues en la penúltima edición de adnCULTURA La Nación se manda un trabuque que ni les cuento. O ya lo advirtieron? La nota se titula: “Lo que sé sobre toros y toreros” y está firmada por el susodicho. Sucede que en realidad ésta es una respuesta a una factura que alguien le pasó pues parece que el escritor anduvo por Sevilla “metido entre pregones y otros fastos taurinos” hace cosa de poco tiempo y entusiasmado el hombre con tales sucesos, aparentemente se manifestó a favor del asunto. Bueno, un entusiasmo pasajero cualquiera lo puede tener. Pero también parece que en más de una ocasión Don Arturo se ha manifestado en contra de las corridas y matanzas de toros.
Entonces, confundido y queriendo quedar bien con Dios y con el diablo se manda una parrafada muy bien escrita…pero que la embarra, la embarra…!
Habla de cuando siendo niño iba de la mano de su abuelo a ver los lances taurinos; del coraje de toreros y de las bravuras de esos pobres bichos. De que los toros no nacen para morir en las fiestas populares donde “un animal indefenso es torturado por la chusma que se ceba en él” (¿qué diferencia habrá con un torero que lo azuza hasta morir?); que “los toros no nacen para morir así”(!). Que “nacen para morir matando, si pueden; no para verse atormentados, acuchillados por una turba de borrachos impunes”( ¿qué hacen los toreros, aunque estén sobrios?). Bla, bla, bla…
Sigue la cosa en ese tono, con una prosa exquisita, es cierto. Pero tan confundido con sus contradicciones que Don Arturo no acierta una. Menos mal que por allí larga un “por éso es necesario que mueran toreros de vez en cuando”. Así nos quedamos más tranquilos.
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