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Quizá la película no es de lo mejor que le hemos visto hacer a ese señor del cine y de la vida que es Robert Redford. Quizá le falte un poco de ritmo y le sobre ingenuidad, pero que es honesta…a todas luces! Es honestísima, diría.
Esta historia (basada en un guión de Matthew Carnahan) tiene como eje la campaña bélica que EEUU ha emprendido ya hace demasiados años en Irán, Irak, Afganistán, etc. Pero la acción se traslada a nuestros días durante los cuales discurren tres historias paralelas: un profesor de Política Internacional se desespera al ver cómo se han perdido los ideales y una anomia colectiva cubre a los ciudadanos de los países que dominan al mundo. Intenta por todos los medios concientizar sobre la locura e inutilidad de las guerras y sobre los beneficios del pensamiento.
Simultáneamente una avezada y alerta periodista de un muy importante medio de comunicación de Washington es citada por un dinámico y ambicioso senador republicano para darle a conocer –y por lo tanto, que difunda– su nuevo plan estratégico en Medio Oriente… De vuelta en su empresa sabe que no puede hacerle el caldo gordo ni aplaudirlo (como es la pretensión del arrogante político). Siente que debe decir la verdad que intuye, pero su jefe no piensa lo mismo.
Por último dos ex alumnos y ayudantes de cátedra del citado profesor se han alistado en la Infantería y parten para participar del tal plan bélico para desesperación de aquel.
Todo muy prolijamente filmado por Redford, con él mismo asumiendo el rol del catedrático; Tom Cruise como el senador y una siempre impecable Meryl Streep en el papel de la periodista.
Cuando terminó la proyección –y ésto lo digo a título personal- me quedó en la boca el gusto de la desolación y de la impotencia. Porque soy periodista; porque muchas veces he debido callar por los intereses de los medios en los
que he actuado; porque he tenido mis propios intereses al verme obligada a depender de la publicidad oficial para poder sobrevivir; porque he intuído verdades bajo las apariencias y no las he podido decir; porque pienso con la experiencia que a nadie le interesa; porque los jóvenes se crían con los patrones del consumismo que el entorno propicia; porque…porque nadie escucha. Y al no tener oídos, tampoco hay gritos de alerta.
Salí del cine con la frente marchita sintiendo que cada día mi mundo, el que
conocí y valoré, se va haciendo más y más pequeño…
Esta historia (basada en un guión de Matthew Carnahan) tiene como eje la campaña bélica que EEUU ha emprendido ya hace demasiados años en Irán, Irak, Afganistán, etc. Pero la acción se traslada a nuestros días durante los cuales discurren tres historias paralelas: un profesor de Política Internacional se desespera al ver cómo se han perdido los ideales y una anomia colectiva cubre a los ciudadanos de los países que dominan al mundo. Intenta por todos los medios concientizar sobre la locura e inutilidad de las guerras y sobre los beneficios del pensamiento.
Simultáneamente una avezada y alerta periodista de un muy importante medio de comunicación de Washington es citada por un dinámico y ambicioso senador republicano para darle a conocer –y por lo tanto, que difunda– su nuevo plan estratégico en Medio Oriente… De vuelta en su empresa sabe que no puede hacerle el caldo gordo ni aplaudirlo (como es la pretensión del arrogante político). Siente que debe decir la verdad que intuye, pero su jefe no piensa lo mismo.
Por último dos ex alumnos y ayudantes de cátedra del citado profesor se han alistado en la Infantería y parten para participar del tal plan bélico para desesperación de aquel.
Todo muy prolijamente filmado por Redford, con él mismo asumiendo el rol del catedrático; Tom Cruise como el senador y una siempre impecable Meryl Streep en el papel de la periodista.
Cuando terminó la proyección –y ésto lo digo a título personal- me quedó en la boca el gusto de la desolación y de la impotencia. Porque soy periodista; porque muchas veces he debido callar por los intereses de los medios en los
que he actuado; porque he tenido mis propios intereses al verme obligada a depender de la publicidad oficial para poder sobrevivir; porque he intuído verdades bajo las apariencias y no las he podido decir; porque pienso con la experiencia que a nadie le interesa; porque los jóvenes se crían con los patrones del consumismo que el entorno propicia; porque…porque nadie escucha. Y al no tener oídos, tampoco hay gritos de alerta.
Salí del cine con la frente marchita sintiendo que cada día mi mundo, el que
conocí y valoré, se va haciendo más y más pequeño…
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