domingo, 29 de abril de 2007

¿Quienes son los animales?

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Ensañarse con los humanos es atroz y deleznable actitud de aquel que detenta el poder y lo ejerce autoritariamente. Pero siempre queda flotando la duda que emana de la equiparidad de condiciones. Es una lucha que ganará aquel que se imponga por la fuerza bruta o la astucia o las armas, pero bien mirado es una lucha entre iguales. Empero, ensañarse con los seres ¿inferiores? por pura prepotencia, con aquellos que la naturaleza ha nivelado hacia abajo por pura casualidad, es síntoma de inmoralidad y barbarie que debería avergonzar al más pintado.

Por supuesto, esta es una nota que surge a partir del Día del Animal. Y confieso: qué solos nos sentimos los que compartimos la piedad y la consideración por nuestros hermanos menores. Francisco de Asís con bondad y dulzura los llamaba de esa manera, pero a una gran mayoría sólo le debe sonar su nombre a través de la edulcorada versión que de su vida hiciera Franco Zefirelli. Mahatma Gandhi, hombre santo, decía que “ la grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por el modo en que tratan a sus animales…”

Hace poco tiempo, encontré en Youtube un video- en realidad, la película completa, de poco más de una hora- titulado Earthlings, Habitantes de la Tierra
http://www.youtube.com/watch?v=GhxKnys7Ryw . Un documental estrenado durante 2006 no distribuído comercialmente, algo que no asombra luego de echarle un vistazo. Con cámaras ocultas y a lo largo de varios años, el director Shaun Monson ha relevado las crueles y horripilantes condiciones en que se matan a seres indefensos en pos de intereses espúreos que abarcan la gastronomía, el comercio de pieles y las pruebas de laboratorio. Si puede, no deje de verlo.

Joaquin Phoenix, narrador del documental, opina que aquel que lo vea no podrá permanecer indiferente. Mucho lo dudo. Tiempo atrás, Susana Giménez - señora paqueta si las hay cuya mascota Jazmín disfrutó de mimos inauditos en su momento - en el divertido diálogo que semanalmente mantiene con Antonio Gasalla, personificado como la mordaz Mamá Cora, ante un alusión a métodos cavernícolas para matar pollos y gallinas (retorciéndoles el cogote, etcétera), exclamó con tono horrorizado: ¿Cómo, no vienen en blisters?
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sábado, 14 de abril de 2007

Quién te ha visto y quién te ve...

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Recuerdo que el querido Gordo Cognigni – antes de que su vida se precipitara por el desbarrancadero- en una nota que le hice en radio ( en la década del 80), con mirada soñadora y voz trémula, dijo emocionado, hablando de la ciudad de Córdoba: “El aire de Córdoba tiene un no sé qué…” Más de veinte años después –cuando hace tiempo Alberto buscó su lugar en el cielo de los buenos- la frase me suena a cachetada. Tanta es la impotencia que nos embarga a los que amamos a esta urbe sucia, maloliente, descuidada, depósito y semillero de autoridades corruptas e inútiles que, o se llenan los bolsillos o no saben maniobrar con habilidad para que la prioridad mayor pase a ser el bien de todos.

¿Estoy molesta? Sí, seguro. Estoy furiosa porque desde hace casi diez años la ciudad ha sido abandonada a su suerte. Si se me reprocha porque me dejo llevar por la nostalgia de que “todo tiempo pasado fue mejor”, le aseguro rotundamente que razón no me falta. La Córdoba de las avenidas limpias, de las calles barriales sin baches, de la basura reservada puertas adentro hasta la hora del paso del camión recolector, del Area Peatonal primoroso, de los letreros de neón rutilantes…dónde está?

¿ Hace mucho que no pasa por la Plaza San Martín? Pruebe a hacerlo. Todos los perros vagabundos de la ciudad tienen allí su cucha. El pasto- debería estar maravilloso después de tanta lluvia- brilla por su ausencia. Ya no hay jardineros en la plazas…¿Dónde están? ¿Cobrando planes que todos pagamos y cuyo beneficio recogen las autoridades cuando llegan las elecciones?

Esta maravillosa profesión de periodista tiene un costado ingrato: señalar los aspectos negativos. De lo que corresponda. Pero la deformación profesional - o la ética, llámelo como prefiera- es más fuerte. Y el detonante de toda esta sanata ( que hace tiempo venía rumiando) fue una nota aparecida en la sección Turismo de La Voz del Interior del domingo 1 de abril de 2007.

Allí, en la página G4 un título destacado decía: “Rosario se puso un collar de perlas- Armonía entre el presente y el pasado”.
Seguidamente el cronista enumeraba los aciertos de todos los habitantes – ciudadanos comunes, fuerzas vivas, funcionarios, etcétera- que han hecho causa común para embellecer una ciudad que se había pauperizado hasta situaciones inauditas. Dice la nota, entre otras cosas: “De 2001 en adelante, se puso en marcha un programa especial elaborado por representantes del gobierno, el Colegio de Arquitectos, la Facultad de Arquitectura y el Museo de la Ciudad, entre otras entidades y pensaron estrategias para conservar el patrimonio cultural urbano y rescatar la identidad de la ciudad”.

Con mucho fastidio e impotencia pienso en las querellas personales de nuestras autoridades, distanciamientos que todos pagamos. En la enorme cantidad de contratados que pasan a integrar plantas permanentes. En el deterioro creciente de una urbe que se llamaba a sí misma “Córdoba la Linda”. Y recuerdo que hace no más de dos meses, tuve que poner cara de póker ante un artista cordobés que trabaja con frecuencia en la ciudad santafecina y hablando de sus linduras me soltó : Rosario es, sin ninguna duda, la segunda ciudad del país.
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domingo, 1 de abril de 2007

La princesa estaba triste. Y nosotros también

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Eran alrededor de las 10 de una mañana desapacible. Entré apurada por el largo pasillo, habitualmente oscuro. La vieja casona de la calle Maipú al 100 albergaba a la emisora radial LV2, La Voz de la Libertad, resabio de la en su tiempo llamada Revolución Libertadora ( la que echó a Perón del gobierno en 1955 ). Me dirigí hacia donde terminaba el corredor y abrí la puerta del estudio desde donde se hacía la transmisión. El locutor Claudio Salinas era quien encabezaba el elenco de colaboradores que todas las mañanas hacíamos un programa-ómnibus, el más escuchado en la provincia. De inmediato alguien se apresuró a indicarme: me llamaba el director artístico a su oficina. Sin sospechar absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo, hacia allí me dirigí.

Hacía cuatro años que yo me ocupaba de la sección arte y espectáculos de la radio. Era casi un comodín y estaba disponible para ocupar mi lugar a la mañana o a la tarde. Pero además tenía un pequeño “micro”- así se lo llamaba entonces- en el noticiero de las 7 de la mañana en el que debía hablar de hechos sobresalientes sobre mujeres destacadas en mi país o en el mundo entero. Viviendo los tiempos que vivíamos desde hacía ya varios años (estábamos en 1982) debía hacer malabares para encontrar material potable a fin de no provocar las iras de La Superioridad. Lo intrascendente y lo banal eran moneda corriente.

Para esa mañana yo había dejado grabado el tal micro, pues a nadie se le habría ocurrido que para hacer esa pequeña incursión de unos pocos minutos yo tuviese que estar en el estudio en vivo y en directo. Las grabaciones se hacían con varios días de anticipación y así se cubría toda la semana. Debo aclarar que nadie controlaba los contenidos. Ese día- y tras revolver las pocas posibilidades que tenía a mano- había elegido hablar de Margarita de Inglaterra, princesa conflictuada si las hubo y digna antecesora de quien luego fuera Diana de Gales.

Creo ( a tanto no llega mi memoria) que en esos días la tal princesa había tenido algún problema con un modelito que había debido usar en una recepción y no sé qué inconveniente se le había presentado a último momento. La cuestión es que luego de sentarme frente a mi jefe, éste entra a contarme: hacía un rato lo habían llamado del Tercer Cuerpo de Ejército, muy molestos, pues por esas horas Argentina había hecho pie en las Malvinas y yo había osado hablar del enemigo, para colmo despreocupada y frívolamente…

Advertí que estaba furioso. Y a continuación me dio la noticia: se me impondrían diez días de suspensión. Al intentar una defensa, me hizo callar en el acto, agregando: “ Alguien tiene que pagar por esto. Y no voy a ser yo. Vas a ser vos”. Me levanté en trance sin entender un comino de lo que estaba pasando, rumiando mi mortificación por la injusticia, maldiciendo a tirios y troyanos. Por supuesto, era el comienzo de un infierno mucho más grande e importante que el mío. Era el 2 de abril de 1982.
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